"La vida de una obrera vale más que toda la maquinaria del mundo"
Y
fronteras pendientes.
Segundo
0.5
La tela no
cuadra. La tela siempre cuadra. Es lo primero que hay que verificar, de no
ocurrir, la ropa se devuelve por «defectos de fábrica» (porque es imposible
decir «errores humanos»).
La tela ha
cuadrado siempre que la he sostenido con firmeza permitiendo que la aguja baile
y una las piezas que el diseñador dibuja y el modelo luce, personajes que sin
meter mano en el proceso de masificación se llevan todo el crédito: yo me quedo
con los ojos y espalda agotados. Y las nulas aspiraciones de que mi trabajo sea
reconocido.
Segundo
0.8
Sun me
mira con un terror que nace chispeando en sus ojos. Adivino: la tela tampoco le
cuadra. Y mientras las máquinas saltan, ella alarga su mano y toma la mía.
-Cualquier
cosa que pase, no olvides que permanecemos juntas, desde y para siempre.
Taiwán se
sentía en ella, en sus pies descalzos, juguetones y ligeros que después
crecieron para volverse huidizos. Los gritos, las incertidumbres, los papeles
pendientes que nos mantenían amarradas, pesaban menos a su lado. Compartíamos
sangre, tierra, frontera, sueños, frustraciones. Y desde ahora, sacudidas.
Segundo
1
Taiwán
queda lejos. Se quedó lejos. Lo único que existe ahora es una rutina en donde el
único sol que queda es el que se cuela en las mañanas por las rendijas. Y el
nombre de mi hermanita resulta casi poético, porque al lado de mi, sonríe, y de
pronto su calidez me inunda el pecho.
Llegamos a
la brava: con chaleco y sin papeles, con sueños y sin esperanzas, con familia y
sin dinero. Con un oficio y sin trabajo.
Y
definitivamente: con la inocencia, y sin sospecha de que alguien podría tomar
ventaja de la anulación de nuestra humanidad que otorga la ausencia del papel
que autoriza la cruza de líneas imaginarias. Sacudía el mar el barco y Sun se
aferraba a mi mano, a la de mamá y a la de Rinri, mi pequeño hijo. Sacudía la
fiebre a Rinri y ella se aferraba a mi mano y a la del niño. Sacudía la risa,
sacudía el hambre, sacudía el miedo, y Sun siempre se aferraba, con los
nudillos vueltos acero.
-Tengo
miedo- admitió
Y la
tierra seguía convulsionando.
Crujen las paredes, cruje la ciudad, crujen
las máquinas que siguen trabajando por la esperanza de que la rutina normalice
la tierra y esta decida dejar de crujir. Las rodillas tiemblan, crujen, se
enfrían, tiemblan, tiemblan. Los pies helados, no pueden mantenerse en pie,
sujetamos con fuerza la mano hermana. Y el aire se llena de polvo.
Segundo
1.5
El aire se llena de polvo. Las maquinas se
detienen, todas queremos correr, odiando como nunca este edificio que nos ha
vuelto sus prisioneras y hoy más que nunca lo reafirma. No hay salida, no la
habrá nunca. El edificio cede, los muros colapsan, la ropa se pierde. Sun se
aferra. Y en medio de la polvareda, los gritos sobrevivientes, los llantos de
incertidumbre, el polvo cubriendo los pesados párpados. Y los nudillos de Sun
suavizándose.
-Oye, ¿Estás
ahí?
Silencio.
El único rastro de Sun es esa mano que a pesar de todo no me ha soltado.
Desesperada quiero moverme. La tierra sigue en esa sacudida, haciendo
ceder edificios más sólidos que ese en donde nos condenaron a muerte.
*pip*En la
esquina entre Bolivar y Chimalpopoca hay código rojo. Repito: Código rojo.
Envíen apoyo*pip*
-¡¿Sun?!
Contéstame –decía entre lágrimas, con el peso del escombro en la cabeza,
jalando la mano que se aferraba a mí, pero había soltado la vida.
Imposible moverse, imposible aferrarse,
imposible siquiera acariciar la sien, limpiar los ojos, enjugar las lágrimas.
Imposible soltar la mano hermana. Aunque ésta haya sucumbido entre los
escombros. Imposible excavar. Imposible sentir otra cosa que miedo.
19
de Septiembre de 2017, 20hrs
El
edificio cedió, pero muchas vidas que sepultaron, no lo hacían: la ayuda llegó
poco a poco, sacaron a unas cuantas, y la peste, los gritos, los llantos, el
peso, la muerte, la muerte, la muerte pesaban.
20
de Septiembre de 2017, 15 hrs
El bullicio
afuera es insoportable, la sed me quema la garganta, la gente grita, la policía
grita ¡¿Por qué si alguien quiere entrar para sacarnos siguen escuchando a
quien quiere ordenarles lo contrario?! ¡Lo que quieren es demoler para sacar sus máquinas y librarse de nosotras! ¡No los dejen! ¡Sáquenos de aquí! ¡Sáquenos! ¡No traigan las máquinas!
¡Seguimos vivas!
21
de Septiembre de 2017, 20 hrs.
Ya me he
resignado a quedarme aquí por siempre. De cualquier forma he reflexionado que
lo que había ahí dentro no podía llamarse vida, quiero mi Taiwán, mis pies
descalzos, mi sol, mi libertad, así que independientemente de lo que suceda
aquí abajo, lo único que lamentaré es perderme el crecimiento de Rinri, pero si
mamá lo cuida, seguro que no la pasaría tan mal, y quizá ni siquiera me extrañe
demasiado, aunque por ahora lo mejor es cerrar los ojos y no pensar en eso.
Se escuchan las máquinas excavadoras
y yo sigo escuchando gritos de auxilio,
aunque no estoy segura si para ellos signifique algo
Los gritos sonaban mucho antes de la vorágine.