martes, 31 de octubre de 2017

RAZONES

Escribo,
no porque tenga algo que decir,
aunque lo tenga.

Escribo,
no porque algo arda dentro de mi,
aunque lo haga.

Ni porque el llanto me quite el sueño,
ni porque en vida sólo haya duelos.

Escribo,
porque al mundo lo han dejado mudo,
y he decidido prestar mis manos.

jueves, 12 de octubre de 2017

Materia Prima

El albañil despierta.
Se despereza. Ya sobre sus dos pies se estira, curveando la espalda hacia atrás, truena los nudillos, el cuello, la cadera. Respira hondo. El aire está lleno de polvo, seguramente yeso o cemento. El cascajo le ha marcado la espalda entera causándole punzadas de dolor en cada punto donde por la noche se acomodó el escombro. Lleva ya varias noches durmiendo fuera de su casa, pero hoy si Dios quiere, duerme junto a Aby en la cama que recién han comprado.
El reloj marca  las seis y media de la mañana: el arqui no tarda en llegar. Despierta a los dos hombres que aún duermen en el suelo, mismos que con él, levantaron la casa desde el primer ladrillo.
El arqui trae tres escobas, tres cubetas, tres trapos, tres fibras, una silla. Los tres limpian el piso -colocado por ellos-, las ventanas -con la mancha de pegamento que uno de ellos tumbó por accidente, aún intacta-, el baño que apenas funciona -gracia a ellos-, las puertas, los pisos, los recovecos.
Cemento, ladrillo, cemento, ladrillo. 
Escoba, agua, jabón, trapo.
Cansancio, cansancio, cansancio.
Llevando el propio cuerpo al límite para levantar una casa ajena.
Afuera una pareja que desciende de un auto rojo reluciente recibe las llaves de manos de El arqui, dándole las gracias eufóricamente.

El albañil mira por la ventana y entiende que es momento de recoger sus cosas. Con los pies fijos en el suelo de la recámara principal admira su creación. Sale por la puerta principal, gozando un triunfo que dura apenas un instante: mañana, a esta misma hora, colocarán una cerca electrificada alrededor de la casa. Si por alguna razón se le ocurre cruzarla, llamarán a la policía para que le saque a golpes, señalándole, argumentando que la gente como él no puede entrar ahí porque no ha trabajado lo suficiente para vivir en un lugar así.